L’escriptura i la imatge: memòria i fotografia en els últims llibres de Joan Dolç
Nos encontramos, pues, ante una reconstrucción de sus primeros cinco años de vida, pero con abundantes analepsis y prolepsis, esto es, con incursiones en épocas anteriores a su venida al mundo y en el futuro adulto del autor, que escribe cerca de los setenta, imbuido de la conciencia dolorosa de que “todos somos la mortaja del niño que fuimos”. Dicho esto, resulta importante señalar el papel que la fotografía representa también en este libro, ilustrado con una treintena y pico de instantáneas propias, mediante las cuales el lector logra situarse visualmente en el universo descrito por el texto. Pero su importancia no se detiene aquí, porque la concepción de la memoria de Dulce es, en sí misma, eminentemente fotográfica. No en vano, John Berger se preguntaba: “¿Qué hacía el papel de la fotografía antes de la invención de la cámara fotográfica? La respuesta que uno espera es: el grabado, el dibujo, la pintura. Pero la respuesta más reveladora sería: la memoria. Lo que hacen las fotografías ahí fuera en el espacio exterior a nosotros, se llevaba a cabo anteriormente en la interioridad del pensamiento”.